" Perdido en China: octava etapa

Perdido en China: octava etapa

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Ya eran los últimos días de cuarentena en 广州 Guǎngzhōu, se acercaba el feriado nacional por el aniversario de la fundación de la República Popular China y se estaba por producir uno de los fenómenos migratorios más grandes del mundo, solo superado por el Año nuevo chino. Sin pasajes hasta el Noreste de China el viaje parecía llegar a un punto muerto y tan solo quedaban explorar rutas alternativas. 

De todas las rutas posibles, a veces es necesario realizar una suerte de navaja de Ockham viajera y elegir la más simple.

El tren chino: el mejor transporte

Al viajar largas distancias en China siempre se piensa primero en el tren por sobre otros medios de transporte como el avión o el autobús. La red de trenes china es realmente envidiable y conecta prácticamente todo el país. Con algo de tiempo y dinero es posible viajar por gran parte de China utilizando el sistema ferroviario. Además, desde 2008 la red de trenes de alta velocidad no ha parado de crecer, volviendo a conectar pequeñas y grandes ciudades de Norte a Sur y de Este a Oeste. La red de alta velocidad es tan grande que supera a las mayores redes de otros países todas juntas. Realmente el tren se ha transformado en el orgullo de China y todo un ejemplo a seguir. De hecho, tras una serie de entrevistas a estudiantes extranjeros todos acordaron que la red de trenes de alta velocidad de China es uno de los desarrollos chinos que les gustaría tener en sus propios países y la catalogaron como uno de los Cuatro grandes inventos modernos de China.

Al encontrarme tan al Sur del país y tener que viajar prácticamente a la punta opuesta en el extremo Norte, el primer plan fue una épica aventura de 24 horas en tren bala, atravesando casi todo el país en sentido Sur-Norte. Sin embargo, al momento de adquirir los pasajes descubrí que no solamente ese trayecto estaba agotado, sino que prácticamente todas las combinaciones posibles en tren bala estaban agotadas. Algunos viejos trenes tenían unos pocos pasajes, para realizar el viaje en 3 o 5 días a baja velocidad y deteniéndose en prácticamente cada ciudad en el camino.

El tren quedó descartado. Los autobuses pueden ser buenos aliados en la media y larga distancia cuando los trenes agotan sus pasajes, aunque los servicios no son tan cómodos como el tren. Pudimos comprobar esto hace algunos años en un viaje desde la hermosa ciudad de 杭州 Hángzhōu en la que nos embarcamos en un viaje de película en el que terminamos calentándonos en una hoguera al costado de una ruta y conociendo una curiosa tienda de artículos varios montada en el maletero de un automóvil. Sin embargo, aquella historia deberá esperar a otra ocasión. El autobús nunca estuvo entre los posibles medios de transporte hasta la ciudad de 长春 Chángchūn porque la distancia de 3100 km. era prohibitiva y aunque hubiera alguna empresa que ofreciera el servicio se trataría de un viaje infernal, no especialmente barato y que podría tardar varios días o necesitar de combinaciones en grandes urbes.

Sin otra opción posible, y a falta de un buen camión de gallinas que pudiera llevarme como si del filme 人在囧途 Rén zài jiǒng tú, Perdido en el viaje (2010) se tratara, opté por el confiable avión. Aunque había muchos pasajes agotados, no fue difícil encontrar un pasaje conveniente para el 1° de octubre.

Hay que estudiar más chino

Entre la información que la 广州市国际健康驿站 Guǎngzhōu shì guó jì jiàn kāng yì zhàn, Estación de salud internacional de la ciudad de Guǎngzhōu, el hotel de cuarentena me había dado, había visto que nos incluían el transporte. Feliz de no tener que preocuparme por el viaje hasta el aeropuerto no investigué cómo viajar. El día de salida, luego de un desayuno y almuerzo muy completos fui llamado desde la recepción del hotel para dejar la habitación. Al salir por la puerta por primera vez en 10 días lo primero que vi fue a mi gran compañero coreano, con quien compartí el viaje de llegada hasta el hotel. Ambos nos sorprendimos de reencontrarnos tras 10 días de cuarentena, especialmente porque pocas personas optaban por esta modalidad. 

Leyendo, no sin dudas, el manual del hotel en chino.

En la puerta del edificio el personal del hotel nos saludó muy amablemente y nos entregaron los certificados de completitud de la cuarentena de 10 días. Además, nos entregaron una copia impresa del resultado negativo de PCR nuestro, de nuestro teléfono móvil y de los picaportes de la habitación, que habían sido realizados el día anterior. Salimos a una sofocante temperatura de más de 40°C, con un clima tormentoso y húmedo. Subimos nuestras valijas a un pequeño carro eléctrico y fuimos escoltados hasta la salida junto con una familia china. Al llegar a la puerta, el pequeño vehículo estacionó y listo, éramos completamente libres de circular en el país. Allí descubrí, con cierto pánico, que había entendido mal la información y que no nos transportarían al aeropuerto, sino tan solo a la puerta del establecimiento. Es en estos momentos cuando uno descubre todo lo que le queda por aprender de chino, ya que esto no se debió a un engaño o a falta de información, sino a una falta de comprensión del chino de mi parte. Cuando uno viaja por cuenta propia hablando en chino por el país suele tener una o dos de estas anécdotas que normalmente resultan en divertidos desenlaces para contar a amigos y familiares. 

Un coreano muy peruano

Allí estaba yo, en la puerta del hotel, en una zona rural y montañosa, a kilómetros del aeropuerto, sin señal de teléfono móvil, ni conexión a internet. Mi amigo coreano de viaje se despidió de mí, me deseó lo mejor en mis estudios y se dispuso a cruzar la ruta para esperar el taxi que había pedido por internet. Al verme petrificado me preguntó cómo pensaba viajar. Le expliqué lo precaria de mi situación. Por un momento pensó que podríamos viajar juntos al aeropuerto, pero nos dirigíamos a aeropuertos diferentes. Le pregunté si podía compartirme internet mientras esperaba su taxi para poder pedir yo también uno. No obstante, en un gesto de amabilidad que solo he visto entre otros hermanos latinoamericanos o chinos, tomó su teléfono y pidió otro taxi para mí. Me dio los datos del vehículo y del conductor y habló por teléfono, en un perfecto chino nativo con el conductor, para explicarle que yo estaría solo e incomunicado y que tenía que encontrarme junto al cartel del hotel. 

Tanta amabilidad por parte de un completo desconocido no podía quedar así. Le dije que aceptara 100 yuanes en efectivo, porque sabía que el taxista solo aceptaría pagos digitales y yo no tenía mi cuenta activa aún. Los rechazó y me aseguró que el conductor aceptaría el dinero. Antes de irse me entregó su tarjeta empresarial y me dijo que si tenía cualquier tipo de problema consiguiera la forma de llamarlo que él me ayudaría. Luego abordó su taxi y continuó su viaje. Al mirar con detalle la tarjeta, descubrí que aquel amable coreano era el CEO de una importante empresa multinacional con sede en China y sucursales en Sudeste Asiático. Así como se lo veía, un hombre sencillo y amistoso, ese señor coreano era uno de los empresarios más grandes de su sector.

Sin saber que hacer empecé a tomar imágenes del exterior del complejo, que no había tenido oportunidad de filmar a mi llegada. También comencé a grabar un video contando el problema que había tenido con el malentendido en chino. Estaba tan descolocado por la situación y tan sofocado por el calor húmedo de la inminente tormenta que cuando narraba la parte en que un importante CEO coreano me tendía una mano en un momento de necesidad me referí a él como “un peruano”. Supongo que tanta amabilidad en un desconocido mi cerebro solo podía asociarla a algún latinoamericano amigo. 

No tan problemático

Mientras esperaba el taxi de mi amigo latinoamericano coreano descubrí que la gran aglomeración de gente que veía cerca del hotel eran más que nada taxistas que buscaban pasajeros. Mientras tomaba algunas imágenes tuve que rechazar a un gran número de taxistas que se ofrecían a llevarme y aclarar a muchos otros que yo no era la persona que había reservado un auto. Uno de ellos resultó ser finalmente mi vehículo y juntos nos dirigimos al aeropuerto. 

El viaje fue rápido y relativamente corto, ya que buenas avenidas y autopistas conectaban la zona con los principales aeropuertos y estaciones de tren de la ciudad. Aproveché para disfrutar un poco del paisaje urbano y me divertí leyendo los carteles de las diferentes tiendas. Al llegar a destino, le tendí un billete de 100 yuanes al conductor y le expliqué que no tenía forma de realizar pagos digitales. Llegados a ese punto, estaba dispuesto a pagar 100 yuanes por mi viaje de 69. Empero, el conductor me mostró que el viaje ya estaba pago antes de llegar. El último gesto de mi compañero de viaje accidental fue un exceso de amabilidad que espero poder pagar algún día con una cena en la mejor casa de 火锅 huǒ guō (caldero mongol) de la ciudad. 

La migración humana

Al bajar del taxi vi algunas filas para ingresar al aeropuerto. Esto era comprensible porque al ser feriado nacional se estaba produciendo una de las mayores migraciones humanas anuales. Sin embargo, resultó que tan solo eran los controles de los códigos de salud lo que retrasaban los ingresos. Para mostrar el código de salud hay que contar con conexión a internet. Por fortuna el aeropuerto regalaba unos minutos de conexión a internet a cada viajero, suficientes para actualizar el código de salud e ingresar. Al pasar por el área de control del código me solicitaron mi documento. Cuando extendí el pasaporte argentino hubo un momento de confusión en el que no supieron qué era lo que les estaba entregando. Cuando les aclaré que ese era mi pasaporte, entendieron rápidamente y me llevaron junto a otra persona encargada de controlar los pasaportes y los pasajes. En el momento no entendí por qué les resultaba extraña la pequeña libretita que les entregaba, pero ahora con más perspectiva pienso que probablemente me tomaron por ciudadano chino y no comprendían por qué no les entregaba la tarjeta plástica que funciona como documento. Esta conclusión la deduzco a partir de situaciones similares que viví semanas más tarde en la que me confundieron con chino.

A pesar de estar los pasajes bastante agotados, el interior del aeropuerto se veía bastante normal, no había amontonamiento de personas y todo parecía funcionar con normalidad. Me asombró el contraste con el aeropuerto de ingreso que había vivido, que era un área donde todas las tiendas estaban cerradas y no había nada de actividad. En contraste, el resto del aeropuerto se veía lleno de vida, con tiendas, personas haciendo vida normal y hasta música. En esta zona lo único que delataba la pandemia eran los barbijos y el equipo de protección del personal del aeropuerto. 

Consejos de viajero chino

Hay un famoso 成语 chéngyǔ que dice 入乡随俗 rù xiāng suí sú. Aunque tal vez podamos dedicarle más a su origen y usos en otro artículo, el significado es que cuando uno viaja a una nueva región debe adoptar las costumbres del lugar para sentirse más cómodo, similar al refrán “Donde fueres, haz lo que vieres”. Cuando los chinos viajan gustan comer de una serie de aperitivos de lo más variopintos que recomendamos encarecidamente a nuestros lectores probar si viajan por el país. Mientras esperaba para abordar al avión, me decidí a comprar algo de comida, ya que sospechaba que hasta la una de la mañana no podría volver a comer. ¿Y qué comen los chinos en viaje? Pues hay toda una plétora de sabores y texturas para disfrutar. Lo común suele ser algo de fruta, como las mandarinas, y los frutos secos, como maníes o pistachos. Pero si se busca algo con más sustancia se puede optar por los 方便面 fāng biàn miàn, fideos instantáneos.

En el Aeropuerto Internacional 白云 Báiyún de 广州 Guǎngzhōu no encontré muchos restaurantes, cafeterías o casas de té, de hecho, no recuerdo que hubiera uno solo, pero si había unas pequeñas tiendas especializadas en vender pequeños snacks a los viajeros. Estas tiendas siempre tienen fideos instantáneos y 珍珠奶茶 Zhēn zhū nǎi chá, té con leche y perlas. Estos productos, deliciosos y que llenan por poco dinero, se preparan añadiendo agua caliente en su interior. Si alguien quiere comer en el momento, siempre se puede pedir al dependiente que nos lo prepare, y completamente gratis abrirá los sobres y añadirá el agua caliente. Esto funciona en prácticamente todos los pequeños 超市 chāo shì, supermercados del país. Además, en zonas como aeropuertos o estaciones de tren, siempre hay un área de agua caliente gratis donde podemos prepararlos nosotros mismos. 

Tortilla española y castañuelas

La cultura hispana en sentido amplio resulta exótica y llamativa en el continente asiático, casi tanto como nos resulta exótica y llamativas las culturas orientales al otro lado del Pacífico. En Corea del Sur viví una de las experiencias más surrealistas de todo el viaje, al disfrutar de un auténtico espectáculo de flamenco en pleno aeropuerto, con una gran bailarina coreana y dos guitarristas también coreanos. 

Al ingresar al pequeño supermercado se abrió un mundo de posibilidades. Finalmente, los fideos y el té fueron descartados, porque hacía mucho calor, una tormenta acababa de comenzar y necesitaba algo refrescante. Opté por un café embotellado frío, que suele ser bastante decente y miré la comida caliente que ofrecían con la esperanza de poder comer 包子 bāo zi, un pan al vapor relleno. Lamentablemente todos los 包子 bāo zi ya habían sido vendidos, un problema frecuente si uno no va bien temprano, ya que son muy populares. Sin embargo, llamó mi atención una pequeña tortilla catalogada como 土豆片 tǔ dòu piàn, algo así como “rodajas de papas”. Tenía el aspecto y la forma de la tortilla española, algo completamente exótico y poco común en China. Pregunté a la dependienta y me dijo que era una especie de panqueque de papas con huevo, zanahoria, morrones y champiñones. Sin dudarlo un segundo compré una porción. El sabor era el de una tortilla española, similar a las que había comido en Barcelona durante mi escala en mi viaje a China en 2019. Perfectamente podría ser un pincho de tortilla digno de las mejores casas de tapas de España. 

Aunque gran parte de la comida china se parece más a la comida mexicana, boliviana o peruana, hay muchos platos latinoamericanos o españoles que creo que podrían triunfar en el mercado chino. Al igual que ocurre con la comida china en el extranjero, que se adapta a los gustos locales, los platos latinos adaptados al gusto chino como esta tortilla de papas del aeropuerto realmente podrían deleitar a los paladares chinos más exigentes.

No me he tomado el trabajo de rastrear el origen de la tortilla española que probé. No soy especialista en comida de 广州 Guǎngzhōu y perfectamente podría ser un plato relativamente común. Desde mi perspectiva estaba claramente inspirado en la tortilla española, aunque tampoco me sorprendería descubrir que se trata de un plato tradicional de algún pueblo o de alguna etnia de la región. Aunque también es verdad que las papas son americanas, así que tampoco podríamos decir que sea un plato “tan tradicional”. Muchos productos americanos han triunfado en China como los ajíes picantes y el maíz, que hoy en día parecen productos que siempre han habitado estas tierras, pero cuya incorporación a la dieta china es en realidad muy reciente.

Seguridad aeroportuaria

China es un país muy seguro, y en los últimos años la seguridad ha incluso mejorado gracias a la erradicación de la pobreza extrema. Hoy en día, alguien en una cafetería puede dejar sus cosas de valor en la mesa, irse al baño o incluso a recorrer tiendas cercanas y luego volver con la seguridad de que nadie robará sus pertenencias. Mientras comía la tortilla española, una joven al lado mío dejó todas sus pertenencias solas y durante más de 30 minutos no volvió. Estábamos en una zona de libre circulación, donde cualquier transeúnte podía ingresar, pero esta joven se fue con la tranquilidad de saber que nadie tocaría sus pertenencias en su ausencia. Es algo difícil de acostumbrarse como extranjero.

Los controles de seguridad chinos pueden ser algo minuciosos a veces, pero siempre son muy amables y nunca inspiran miedo, por lo que, a pesar de que algunas de mis valijas debieron pasar más de una vez por las cintas de seguridad debido a que llevaba algunos artículos poco comunes (como una lámpara en forma de dinosaurio), no tuve mayores inconvenientes. Si en China uno se encuentra demorado en un control de seguridad, lo mejor es tomárselo con calma, ser amable y colaborativo, es la mejor forma de evitar malentendidos y problemas. De hecho, hace no tantos años, China sufrió una serie de terribles atentados donde fallecieron turistas a manos de grupos extremistas. Los controles de seguridad estrictos y los proyectos para erradicar la pobreza fueron fundamentales para que estos terribles atentados sean ahora cosa del pasado. Para los interesados en el tema, les recomendamos el documental 中国新疆,反恐前沿 Zhōng guó Xīn jiāng, fǎn kǒng qián yán, La lucha contra el terrorismo en Xinjiang (2019).

Expreso 长春 Chángchūn

Ya en la zona de embarques adquirí unos chocolates para acompañar el café durante la cuarentena en la universidad y me dispuse a abordar el avión. Faltaban algunos minutos para abordar y justo en la puerta de embarque se encontraba la multinacional McDonalds, que en China adaptó maravillosamente sus productos al gusto chino. Aproveché el tiempo para pedir un 香芋派 xiāng yù pài, pastelito de taro, una de las pocas cosas por las que estaba esperando poder ir a una cadena de comida rápida internacional. 

Todavía faltaba un vuelo de 4 horas para arribar a la norteña ciudad de 长春 Chángchūn, donde me esperaba una curiosa cuarentena de 14 días. Ya pocas cosas podían fallar, sin embargo, debido a no contar con un número de teléfono chino, casi quedo atrapado en el aeropuerto. Además, ya contaba con una mala experiencia de 2019, cuando mi vuelo se retrasó y perdí el autobús universitario que recogía a los estudiantes en el aeropuerto. ¿Conseguiría esta vez llegar a la universidad sin tener que recurrir a que mi taxista llame por teléfono a su sobrina para preguntarle adónde vamos a estudiar los extranjeros? Ya tendré tiempo de contar esta divertida anécdota de cuando llegué a China sin poder hablar el idioma, y en el próximo artículo podré contar la llegada a mi hotel universitario favorito y la peculiar cuarentena en la que me vi envuelto. 


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