" La carta de Víctor Hugo

La carta de Víctor Hugo

0

Carta original de Víctor Hugo,
tomado de
eguangzhou.gov.cn

En la historia de la humanidad se han cometido incontables atrocidades de todo tipo, pero nunca debemos descontextualizar los hechos y mucho menos juzgarlos solo con los valores del presente. El saqueo y la quema del 圆明园 Yuán míng yuán, Antiguo Palacio de Verano, por parte de los ejércitos británico y francés durante la Segunda Guerra del Opio, fue claramente una barbarie a nuestros ojos actuales. Una parte importante del patrimonio cultural chino fue robado o destruido, en el contexto de una guerra en la que dos potencias europeas llevaron a cabo, a millones de kilómetros de sus casas, para repartirse el tesoro de China. La barbarie ganó aquel día, y una terrible cicatriz quedó profundamente marcada en el rostro de 北京 Běijīng, así también como en la memoria del pueblo chino. 

Ruinas del 圆明园 Yuán míng yuán, Antiguo Palacio de Verano,
Fotografía tomada durante la visita de China desde el Sur en 2016.

Monumento a Víctor Hugo en el
圆明园 Yuán míng yuán, Antiguo Palacio de Verano.

Hay quien podría pensar que acusar a estos actos de barbáricos o pedir la devolución de las piezas robadas junto a una disculpa pública podría parecer fuera de contexto o anacrónico. Por esta razón queremos compartir las palabras que el gran poeta, dramaturgo y novelista francés Víctor Hugo (1802-1885) le dedicó al Antiguo Palacio de Verano. En 1861, Víctor Hugo mantuvo una interesante discusión por correspondencia con el capitán Butler, que se encontraba en la expedición francesa en China, sobre la legitimidad de la guerra.

A continuación, traducimos la carta del 25 de noviembre de 1861, en la que Víctor Hugo expresa sus sentimientos acerca de la destrucción del Antiguo Palacio de Verano, un lugar que no había visitado, pero del que había escuchado increíbles historias. Luego, en la sección Notas, ofrecemos el texto original en francés.

Carta para el capitán Butler

Hauteville-House, 25 de noviembre de 1861

Me pide usted, señor, mi opinión sobre la expedición a China. Usted considera esta expedición honorable y bella, y tiene la bondad de atribuir cierta importancia a mi juicio. Según usted, la expedición a China, emprendida bajo la doble bandera de la reina Victoria y del emperador Napoleón, es una gloria compartida entre Francia e Inglaterra y quisiera usted saber hasta qué punto puedo aprobar semejante victoria inglesa y francesa.

Puesto que quiere conocer mi opinión, aquí la tiene:

Había, en un rincón del mundo, una maravilla del mundo que se llamaba el Palacio de Verano. El arte tiene dos principios: la Idea, que produce al arte europeo, y la Quimera, que produce al arte oriental. El Palacio de Verano era al arte quimérico lo que el Partenón es al arte ideal. Todo lo que podía producir la imaginación de un pueblo casi extrahumano estaba allí. No era, como el Partenón, una obra rara y única; era una suerte de enorme modelo de la quimera, si es que la quimera pudiera tener un modelo.

Imagine una construcción inexpresable, algo así como un edificio lunar, y tendrá el Palacio de Verano. Construya un sueño con mármol, jade, bronce y porcelana, talle sus ornamentaciones en madera de cedro, cúbralo con piedras preciosas, envuélvalo en seda, haga un santuario aquí, un harén allá, una ciudadela allá, ponga dioses, ponga monstruos en él, barnícelos, esmáltelos, dórelo, píntelo, haga que arquitectos y poetas construyan los mil y un sueños de las mil y una noches, añádale jardines, estanques, chorros de agua y de espuma, cisnes, ibis, pavos reales; suponga en una palabra una suerte de cueva deslumbrante de la fantasía humana con figura de templo y de palacio: así era ese monumento. Fue necesario el lento trabajo de generaciones para crearlo. Este edificio, que tenía la inmensidad de una ciudad, se había construido a lo largo de los siglos, ¿para quién? para los pueblos. Porque lo que hace el tiempo pertenece a los hombres. Los artistas, los poetas y los filósofos conocían el Palacio de Verano; Voltaire habló de él. Se decía: el Partenón en Grecia, las Pirámides en Egipto, el Coliseo en Roma, Notre-Dame en París y el Palacio de Verano en Oriente. Si no se lo veía, se lo soñaba. Era una suerte de tremenda obra maestra desconocida, vislumbrada en la distancia en algún crepúsculo desconocido, como una silueta de la civilización de Asia en el horizonte de la civilización de Europa.

Esta maravilla ha desaparecido.

Un día, dos bandidos entraron al Palacio de Verano. Uno lo saqueó, el otro lo incendió. La victoria puede ser una ladrona, al parecer. La gran devastación del Palacio de Verano la han cometido a medias entre los dos vencedores. Mezclado a todo ello aparece el nombre de Elgin, que tiene la propiedad fatal de recordar el Partenón. Lo que le hicimos al Partenón se lo hemos hecho al Palacio de Verano, más completo y mejor, para no dejar nada (1). Todos los tesoros de todas nuestras catedrales juntas no igualarían a ese formidable y espléndido museo de Oriente. Había allí no solo obras maestras de arte, sino además un montón de orfebrerías. Un gran logro a un precio irrisorio. Uno de los dos vencedores se llenó los bolsillos, viendo lo cual, el otro llenó sus cofres; y ambos volvieron a Europa tomados del brazo. Esta es la historia de los dos bandidos.

Nosotros, los europeos, somos los civilizados y para nosotros los chinos son los bárbaros. Esto es lo que la civilización le ha hecho a la barbarie.

Frente a la historia, uno de los dos bandidos se llamará Francia, el otro se llamará Inglaterra. Mas yo protesto, y le agradezco a usted haberme brindado la oportunidad de hacerlo. Los crímenes de los que dirigen no son culpa de los dirigidos; los gobiernos son a veces los bandidos, los pueblos jamás.

El Imperio Francés se ha embolsado la mitad de esta victoria y hoy ostenta, con una especie de ingenuidad de propietario, las espléndidas baratijas del Palacio de Verano.

Yo espero el día en que Francia, liberada y limpia, devuelva ese botín a la China expoliada.

Mientras tanto, hay un robo y dos ladrones, dejo constancia de ello.

Tal es, señor, la cantidad de aprobación que doy a la expedición a China.

Víctor Hugo

El botín de la China expoliada

Luego de más de 160 años, las piezas robadas aún no han retornado a China. Tan solo algunas pocas piezas, que estaban en manos de coleccionistas privados, han sido devueltas. El tiempo sigue pasando y Víctor Hugo sigue esperando. Mientras su busto en el 圆明园 Yuán míng yuán, Antiguo Palacio de Verano sigue juzgando la barbarie con un semblante adusto, el pueblo chino deberá conformarse con los antiguos relatos, las visitas a museos extranjeros y películas como 十二生肖 Shí èr shēng xiào, Los 12 animales del zodíaco (2012) en las que un cazador de reliquias arqueológicas chino, interpretado por 成龙 Chéng Lóng (Jackie Chan), decide recuperar algunas piezas para su país.

Hasta que las piezas vuelvan y las disculpas sean pronunciadas, esperaremos junto a Víctor Hugo.

Cuatro de piezas de bronce robadas durante el saqueo y destrucción del 圆明园 Yuán míng yuán, Antiguo Palacio de Verano recuperadas recientemente. De las 12 estatuas originales solo se han recuperado 7, las 5 restantes permanecen en paradero desconocido.



(1) Lord Elgin (1811-1863), fue el lider de la expedición británica durante la Segunda Guerra del Opio. Según los documentos de época, fue él quien ordenó el saqueo y la quema del palacio. Pocos años antes, entre los años 1801 y 1812, Lord Elgin padre había ordenado el saqueo de los murales de mármol del Partenón, que hoy en día se exhiben en el Museo Británico. 

(2) Compartimos a continuación el texto original de la carta en francés, tomado de chine.in:

Hauteville House, 25 novembre 1861

Vous me demandez mon avis, monsieur, sur l'expédition de Chine. Vous trouvez cette expédition honorable et belle, et vous êtes assez bon pour attacher quelque prix à mon sentiment ; selon vous, l'expédition de Chine, faite sous le double pavillon de la reine Victoria et de l'empereur Napoléon, est une gloire à partager entre la France et l'Angleterre, et vous désirez savoir quelle est la quantité d'approbation que je crois pouvoir donner à cette victoire anglaise et française.

Puisque vous voulez connaître mon avis, le voici:

ll y avait, dans un coin du monde, une merveille du monde ; cette merveille s'appelait le Palais d'été. L'art a deux principes, l'Idée qui produit l'art européen, et la Chimère qui produit l'art oriental. Le Palais d'été était à l'art chimérique ce que le Parthénon est à l'art idéal. Tout ce que peut enfanter l'imagination d'un peuple presque extra-humain était là. Ce n'était pas, comme le Parthénon, une œuvre rare et unique ; c'était une sorte d'énorme modèle de la chimère, si la chimère peut avoir un modèle.

Imaginez on ne sait quelle construction inexprimable, quelque chose comme un édifice lunaire, et vous aurez le Palais d'été. Bâtissez un songe avec du marbre, du jade, du bronze, de la porcelaine, charpentez-le en bois de cèdre, couvrez-le de pierreries, drapez-le de soie, faites-le ici sanctuaire, là harem, là citadelle, mettez-y des dieux, mettez-y des monstres, vernissez-le, émaillez-le, dorez-le, fardez-le, faites construire par des architectes qui soient des poètes les mille et un rêves des mille et une nuits, ajoutez des jardins, des bassins, des jaillissements d'eau et d'écume, des cygnes, des ibis, des paons, supposez en un mot une sorte d'éblouissante caverne de la fantaisie humaine ayant une figure de temple et de palais, c'était là ce monument. Il avait fallu, pour le créer, le lent travail de deux générations. Cet édifice, qui avait l'énormité d'une ville, avait été bâti par les siècles, pour qui ? pour les peuples. Car ce que fait le temps appartient à l'homme. Les artistes, les poètes, les philosophes, connaissaient le Palais d'été ; Voltaire en parle. On disait : le Parthénon en Grèce, les Pyramides en Egypte, le Colisée à Rome, Notre-Dame à Paris, le Palais d'été en Orient. Si on ne le voyait pas, on le rêvait. C'était une sorte d'effrayant chef-d'œuvre inconnu entrevu au loin dans on ne sait quel crépuscule, comme une silhouette de la civilisation d'Asie sur l'horizon de la civilisation d'Europe.

Cette merveille a disparu.

Un jour, deux bandits sont entrés dans le Palais d'été. L'un a pillé, l'autre a incendié. La victoire peut être une voleuse, à ce qu'il paraît. Une dévastation en grand du Palais d'été s'est faite de compte à demi entre les deux vainqueurs. On voit mêlé à tout cela le nom d'Elgin, qui a la propriété fatale de rappeler le Parthénon. Ce qu'on avait fait au Parthénon, on l'a fait au Palais d'été, plus complètement et mieux, de manière à ne rien laisser. Tous les trésors de toutes nos cathédrales réunies n'égaleraient pas ce splendide et formidable musée de l'orient. Il n'y avait pas seulement là des chefs-d'œuvre d'art, il y avait un entassement d'orfèvreries. Grand exploit, bonne aubaine. L'un des deux vainqueurs a empli ses poches, ce que voyant, l'autre a empli ses coffres ; et l'on est revenu en Europe, bras dessus, bras dessous, en riant. Telle est l'histoire des deux bandits.

Nous, Européens, nous sommes les civilisés, et pour nous, les Chinois sont les barbares. Voila ce que la civilisation a fait à la barbarie.

Devant l'histoire, l'un des deux bandits s'appellera la France, l'autre s'appellera l'Angleterre. Mais je proteste, et je vous remercie de m'en donner l'occasion ; les crimes de ceux qui mènent ne sont pas la faute de ceux qui sont menés ; les gouvernements sont quelquefois des bandits, les peuples jamais.

L'empire français a empoché la moitié de cette victoire et il étale aujourd'hui avec une sorte de naïveté de propriétaire, le splendide bric-à-brac du Palais d'été.

J'espère qu'un jour viendra où la France, délivrée et nettoyée, renverra ce butin à la Chine spoliée.

En attendant, il y a un vol et deux voleurs, je le constate.

Telle est, monsieur, la quantité d'approbation que je donne à l'expédition de Chine.

Víctor Hugo

Serie: las Guerras del Opio

Anterior

La quema del Antiguo Palacio de Verano

Siguiente

El tratado desigual de 北京 Běijīng

Descargar PDF

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios