Un culto popular
Cuando se hablan de las religiones de China, lo más común es que se piense en el budismo o el taoísmo, a los que se agrega, a veces, el confucianismo, si bien existen posiciones que no lo consideran una religión. El panorama es mucho más amplio porque así como el budismo, autóctono de India, llegó a China, también el cristianismo católico y protestante, así como el Islam, tienen sus fieles y sus lugares de culto. La Constitución actual de la República Popular China, en su artículo 36, sostiene la libertad de culto y una mirada atenta a la variedad e importancia de sus cultos nos muestra un pueblo profundamente religioso.
Entonces, lo primero que tenemos que pensar es que el fenómeno religioso es muy variado en China y que conocer esta diversidad nos permite ahondar en la comprensión de su cultura. Las historias de los dioses originados en la tradición popular son los más relevantes para esto. Que tengan este origen, como veremos, no significa que no puedan incorporarse a alguna de las tradiciones de las religiones establecidas. Por lo demás, es muy común que divinidades chinas tradicionales hayan comenzado como mortales, tal como ocurre con la diosa del mar.
La Madre ancestral
妈祖, Māzǔ ('Madre ancestral') es la divinidad protectora de los marinos y los pescadores, y se la suele caracterizar como la diosa del mar, siempre y cuando tengamos un concepto amplio de divinidad. Su culto está bastante extendido en el Sur de China y otros países del sudeste asiático. Se la conoce también como 天后 Tiānhòu, Emperatriz del Cielo o 天妃 Tiānfēi, Consorte Celeste, y con otros títulos honoríficos. Sin embargo, existe la creencia de que si se pide su auxilio en un momento de urgencia hay que llamarla 妈祖, Māzǔ, porque si se usan sus títulos más formales comienza a vestir sus ropas imperiales y tarda más en estar lista para responder.
Según la tradición, su nombre original era 林默娘 Lín Mòniáng y habría nacido en el año 960 en la isla de 湄洲 Méizhōu, en la provincia de 福建 Fújiàn. El nombre su clan era 林 Lín y 默娘 Mòniáng significa 'muchacha silenciosa', porque se cuenta que no lloró al nacer. Se dedicó al estudio de los sutras budistas y los textos confucianistas y se le atribuyen habilidades chamánicas, como ver el futuro, realizar viajes sin moverse del lugar, curar a los enfermos o provocar lluvias en épocas de sequía. Las historias cuentan también encuentros con maestros taoístas que le otorgaron poderes o con la bodhisattva 观音 Guānyīn. Así, sus imágenes aparecen en algunos templos budistas y taoístas y sus historias se asocian a valores confucianistas como 孝 xiào, la piedad filial y 仁 rén, el humanitarismo.
Algunas historias cuentan que falleció joven, sin haberse casado, a la edad de 27 o 28 años, tratando de salvar a unos marinos de un naufragio, si bien algunos precisan que eran miembros de su propia familia e incluso su propio padre. Esta variedad de versiones es propia de los cultos populares, que no tienen un relato oficial sino que van variando al extenderse en el tiempo y en regiones diferentes. El lugar de su sepultura se conserva en la isla de 南竿 Nángān, donde se recuperaron sus restos luego de que se ahogara.
千里眼 Qiānlǐyǎn, “Ojos que ven mil lǐ (una larga distancia)”
顺风耳 Shùnfēng’ěr, “Oídos que oyen el viento”
Según la leyenda, habían sido dos demonios pretendientes de 妈祖 Māzǔ. La Madre ancestral los desafió a vencerla en la lucha para poder conseguir su mano pero ninguno consiguió la victoria y terminaron siendo sus guardianes. Ambos espíritus la ayudan a vigilar el mar y proteger a los navegantes, de ahí sus atributos de poder ver lejos, incluso con niebla y también de advertir el sonido del viento. Es común encontrarlos representados a ambos costados de la puerta de los templos de 妈祖 Māzǔ, como corresponde a su lugar de fieros guardianes vigilantes.
Salvadora del sufrimiento de la humanidad
A ojos de sus devotos, Māzǔ es una shén 神: una presencia espiritual poderosa, capaz de responder a las plegarias. En ciertos relatos, también aparece como una xiān 仙, una inmortal que ha trascendido el mundo humano pero que sigue actuando en él. Su divinidad no reside en una naturaleza trascendente, sino en su virtud, en su cercanía a los hombres y mujeres del mar, y en los milagros que se le atribuyen. No es creadora del mundo, pero puede transformarlo. Y no es omnipotente, pero protege a quienes la invocan con fe. Māzǔ representa una forma de lo divino que no se impone desde arriba, sino que emerge desde la memoria colectiva y se consolida a través de la práctica.
Existe una obra taoísta tardía del siglo XVII, que recoge tradiciones anteriores, de un título considerablemente largo para ser una obra china el《太上老君说天妃救苦灵验经》Tài shàng Lǎo jūn shuō Tiān fēi jiù kǔ líng yàn jīng, Escritura ritual donde el divino Lǎojūn comunica la eficacia salvadora de los dolores de la Consorte Imperial, que añade detalles cruciales a la historia de la Madre ancestral. Según este texto sagrado, sería una estrella celestial que, por orden de 老子 Lǎozǐ, fue enviada a la Tierra por compasión no solo de marineros y pescadores sino para salvar del sufrimiento a toda la humanidad. Así, su historia se confunde con las del budismo y taoísmo y no sorprende, como decíamos antes, su presencia en templos de ambos.
Un patrimonio inmaterial
Los rituales en su honor incluyen peregrinaciones, procesiones y fiestas con abundantes ofrendas votivas y celebraciones que incluyen música, danzas y representaciones teatrales. Es tal la riqueza de su culto que, en 2009, la UNESCO inscribió el culto a 妈祖 Māzǔ como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su valor como práctica viva transmitida desde hace más de mil años. Esta inscripción reconoce el papel del culto en la identidad cultural de las comunidades marítimas chinas.
En la historia de la Madre ancestral hemos visto cómo la religión popular es capaz de desarrollarse por sí misma e integrarse en cultos de religiones establecidas. Muchos de los personajes legendarios del panteón chino comenzaron siendo mortales, en algunos casos con algunas habilidades personales innatas pero, en la mayoría, a partir de sus decisiones personales, su dedicación al estudio y su valentía al sacrificarse por otros. Las figuras de las divinidades femeninas suelen estar asociadas a la compasión por los sufrimientos de la humanidad y atraen la devoción de los fieles necesitados de esta que alzan sus ojos hacia ella. Su título de 'Madre' con el que se le dirigen las súplicas muestra una necesidad de refugio ancestral. Su figura, bella e imponente, brinda seguridad frente al tempestuoso mar.
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